Estoy en el parque y la primavera ha llegado definitivamente. El tiempo, suave; el cielo, soleado; y los árboles luchando por crecer hacia arriba un año más. El ambiente de la vida que me rodea es alegre, se acerca el verano, la época de habitar las calles y dejar la ropa de abrigo en casa. Siempre he sido del equipo calor.
Se me cruza un pájaro y lo sigo curioso con la mirada. Se posa en una rama. Vuelve rápido al suelo y picotea algo. Hace un ruido característico y se le acerca otro pájaro algo más pequeño. Los dos juguetean con migas en el suelo. Terminan su pequeño festín y vuelan hasta un banco cercano en el que hay una pareja de ancianos sentada. Los pájaros desaparecen de mi atención y me fijo en las dos personas.
El hombre tiene poco pelo pero lo lleva arreglado y viste una americana muy elegante en la que se nota el paso del tiempo. Del bolsillo derecho le sobresale una fina cadena dorada que probablemente tenga un reloj al final. Sus manos están entrelazadas sobre sus piernas y su mirada está centrada en el movimiento de los pájaros.
La mujer también lleva su melena arreglada y sostiene en su mano derecha un bastón de madera precioso. Su vestido, pese a ser de corte antiguo, es primaveral y alegre. Sus ojos no paran de mirar a unos niños que tiene a su izquierda y que están escavando en la tierra.
Ambos tienen una sonrisa en la cara. Ambos están en silencio mientras observan lo que les rodea.
Bajo la vista al móvil y veo que me han mandado un vídeo de YouTube. En el vídeo una chica joven le pregunta a un anciano:
-¿Cuál es tu cita perfecta para el día de los enamorados?
Él sonríe y responde:
- A la que yo quería, ya no está. Pero pienso en ella todos los días y hoy la voy a llevar flores.
-¿Qué la dirías si la tuvieras delante?– pregunta la entrevistadora.
-Que se quedara conmigo diez años más.
-¿Y nos puedes contar un recuerdo bonito que tuviste con ella?
-Estuvimos en épocas buenas, malas, regulares, peros siempre juntos–dice emocionado el anciano.
Vuelvo a la vida real y me quedo pensado en la forma de vida de la pareja que tengo delante y en el tiempo que habrán pasado juntos. Probablemente ya se hayan dicho todo lo que se tengan que decir y hayan pasado por todas las situaciones imaginables. Me encantaría hacerles una pregunta similar a la que acabo de ver en el vídeo, pero no lo hago y sigo observándoles sin alterar el silencio.
Me acuerdo de un post que vi en Instagram hace poco. En él, una chica, utilizando unos dibujos muy bonitos, hablaba de lo que veía mientras trabajaba. En un primer plano estaba su ordenador y las tareas que tenía que completar antes de poder terminar su jornada laboral. En segundo plano, veía a su pareja y a su hijo a través de la ventana. Los dos están jugando en un pequeño parque y sonríen mucho. Nuestra protagonista siente el peso de la responsabilidad y sabe que debe terminar su trabajo para poder dedicarle tiempo a su familia.
Lo que nos muestra la siguiente imagen del post es la misma chica pensando en qué va a hacer cuando termine de trabajar. Si la da tiempo, saldrá a jugar con los dos en el parque. En caso contrario, se ilusiona con pensar en la cena que tendrán los tres juntos y la posibilidad de meter a su hijo en la cama. Estas actividades la ilusionan, pero en la siguiente imagen se encuentra lo que realmente quiere hacer para terminar un día duro de trabajo.
La imagen nos muestra unos móviles apartados en otra habitación y una televisión apagándose. Nuestra protagonista sostiene la mano de su pareja. Ambos están mirando a la nada, como los ancianos del parque. En el post está escrito que uno de los momentos favoritos de su semana es cuando ha terminado de trabajar, su hijo está dormido y se puede quedar con su pareja en silencio, agarrados de la mano o abrazándose.
Quizá, cuando pensamos en el amor, nos creemos que lo encontramos en las emociones fuertes, en las aventuras, en los viajes, en las conversaciones infinitas, en los momentos de pasión… y sí, por supuesto que ahí está el amor, esperándonos para que disfrutemos de él. Ahora bien, el amor quizá más puro y profundo lo podemos encontrar en la posibilidad de poder estar al lado de una persona en silencio mientras nos sentimos bien. ¿Con cuántas personas podemos estar a solas en silencio sin que resulte incómodo? El amor que encontramos en el “no-amor” en el “no hacer nada” es quizá más fuerte que el amor que se ve a simple vista y todos pueden reconocer al instante. El amor de la rutina y la costumbre se eleva como una relación entre dos personas que se respetan, se cuidan y se admiran. Un amor que no necesita ser explícito para sentirse en el ambiente. El amor en el silencio permite a unos ancianos sentarse en un banco juntos mientras ven la mañana pasar. El amor en el silencio hace que un vejete recuerde a su gran amor con nostalgia. El amor en el silencio permite a una mujer cansada de trabajar reconectar con su pareja. El amor en el silencio nos descubre la comodidad infinita, la complicidad, la relajación y el bienestar que nos produce estar cerca de la persona que queremos sin la necesidad de decir nada. Simplemente existiendo, pero existiendo juntos.
¿Qué me estoy leyendo ahora?
Las tempestálidas de Gueorgui Gospordínov
Y la cita de la semana es…
Hablábamos poco, pues entonces ya nos habíamos acostumbrado a estar sentados en una cafetería frente a frente en silencio
Tokio Blues: Haruki Murakami
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Néstor Baruque
Interesante todo esto.
Nestor, me gustaria escribir artículos pero no c como hacerlo, me gustaría saber como es q tu lo haces y públicas aquí los tuyos.